Google+ Actualidad educativa: 24 horas con un joven finlandés de 15 años

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jueves, 17 de enero de 2008

24 horas con un joven finlandés de 15 años

La revista XL semanal nº 1052 (del 23 al 29 de diciembre de 2007) ha
publicado un interesante artículo que describe la vida normal de un
alumno finlandés de secundaria

http://www.xlsemanal.com/web/articulo.php?id=23997&id_edicion=2687

Extraigo una breve información de dicho artículo:

"
...
Taxi hasta Espoo. Son las siete de la mañana y todavía no ha amanecido.
Ni lo hará. No veré el sol durante mi estancia en Finlandia. Cielos
cubiertos y noche cerrada a las tres de la tarde. En esta época del año
es un país en penumbra y con sus 5,3 millones de habitantes obsesionados
en encender cirios, velas y lamparitas. Limosnas de luz. Llego a casa de
los Sipilä a tiempo para ser invitado al desayuno familiar. No es lo
habitual, porque cada uno suele tomar un bocado por su cuenta, pero ayer
(6 de diciembre) fue el Día de la Independencia y la ocasión lo merece.
Me sorprende que Saili no tenga puente, pues el festivo cae en jueves.
Mi hijo enlazó cuatro días de vacaciones gracias al viaducto de la
Constitución. En Finlandia, si una escuela hace puente (los centros
tienen autonomía para tomar estas decisiones), antes obliga a sus
alumnos a salir algo más tarde cada día hasta completar las clases que
se hubieran perdido.

...

Las ocho menos cuarto. Hora de ponerse los zapatos y salir camino de las
respectivas ocupaciones. *Saili* coge el bus urbano (no hay autobuses
escolares). El billete lo subvenciona el municipio. Por ley, ningún
alumno puede vivir a más de cinco kilómetros de la escuela. Podría ir
caminando, un paseo de veinte minutos, pero llovizna aguanieve y no le
apetece. *Saili* tiene moto y bicicleta, como la mayoría de sus compis,
pero sólo unos pocos desafían al frío en esta época. En el exterior, las
instalaciones de la escuela Saarnilaakson dan una impresión espartana,
excepto por el césped de los campos de deporte que la circundan. En la
entrada no se ve a decenas de estudiantes apurando el primer pitillo de
la mañana, como en los institutos españoles. Ni una colilla, ni una
hoja, ni una pintada. «/Aquí no se ensucia ni la nieve/», me dice el
fotógrafo.

En el interior, la limpieza resalta aún más. No hay garabatos en los
pupitres ni en los aseos. Todo parece recién estrenado./ Saarnilaakson/
es una escuela pública, como el 97 por ciento de los centros
finlandeses, a diferencia de España, donde el 35 por ciento son
privados. Por supuesto, es gratuita. Pero el equipamiento es el de un
colegio caro en nuestro país. Las aulas disponen de un televisor con
pantalla gigante de plasma, acuario de 200 litros con pececitos de
colores, cocina con fregadero, medios audiovisuales, aire acondicionado,
muchas plantas. Hay un ordenador por cada dos alumnos. Una docena de
máquinas de coser en la clase de costura, aparatos de soldar,
herramientas de carpintería, esquíes… Un gimnasio cubierto, un auditorio
para las clases de teatro y un comedor con autoservicio. Todo en
perfecto estado de revista. Los libros de texto son gratis (¡cómo duelen
los 200 euros que tengo que desembolsar cada septiembre!), el material
escolar es gratis, la comida es gratis. No parece demasiado apetitosa y
los estudiantes reniegan, pero la comen. Al Ayuntamiento le cuesta 65
céntimos cada menú: un plato caliente, leche y fruta.

...

Pero volvamos con *Saili*, que ha sonado el timbre (las notas de una
balada al piano de *Erik Satie*) y entra en clase. Cursa 9º grado, el
equivalente de 4º de la ESO en España. En la escuela de Saarnilaakson
hay 400 alumnos y 40 profesores, médico, asistente social, psicólogo y
hasta dentista. Y la ratio es de menos de veinte estudiantes por aula
(en Finlandia, por ley, no puede haber más de 24). En la clase de mi
hijo hay 34. Los compañeros de *Saili *son formalitos, por lo menos a
primera vista. Y es que en el ideario del colegio, además de en la
civilización europea y el multiculturalismo (hay clases de historia del
islam o del catolicismo, aunque la población es mayoritariamente
luterana), se hace un hincapié obsesivo en los buenos modales. Me
asombra el respeto reverencial que le tienen a los profesores. «/Sí, nos
sentimos respetados y valorados por la sociedad. Ser maestro es una
profesión de prestigio a la que solo aspiran los mejores. Y no basta con
ser muy bueno en tu materia. Debes destacar también a la hora de saber
transmitir tus conocimientos. Pero el respeto de los alumnos te lo ganas
día a día. En 20 segundos lo puedes perder/», explica *Mati Karkkainen,*
docente de ciencias, en la sala de profesores, muy acogedora: un piano,
una bandeja con bombones, cafeteras humeantes. Los maestros tienen un
buen sueldo en comparación con los españoles, aunque algunos se quejan.
*Rocío* no, desde luego. Esta madrileña imparte clases de español.
«/Cobro 1.800 euros por 15 horas semanales. El sistema no incentiva que
trabajes más. Prefieren repartir el trabajo para que no haya paro.
¿Cómo? Aumentando mucho los impuestos a los que ganan más. A mí sólo me
retienen el 10 por ciento. Pero a un médico que gane 5.000 euros le
retienen la mitad. Además, tienes derecho a paro toda la vida. Tendría
que pensármelo mucho para volver a España/».

Ojo, a los niños finlandeses no les gusta el cole. *Saili*, que saca
sobresalientes sin despeinarse, lo considera «/demasiado fácil/». Sus
compañeros, menos brillantes, reconocen que hay que trabajar demasiado.
Y *Päivi Junkkari*, profesora de inglés, recuerda su adolescencia como
una etapa ingrata, de mucho sacrificio. «/Los alumnos no vienen al
colegio a pasárselo bomba. Es un trabajo. Pero saben que todos tienen
las mismas oportunidades. Da igual a la escuela que vayan, en el centro
de Helsinki o en un pueblo del Ártico. Todas tienen el mismo nivel/».
*Kari Kajainen* asiente. «/Nos centramos en que la mayoría de los
alumnos sean muy competentes. Que el nivel medio sea alto. No es una
educación elitista. Preferimos que todos saquen aprobados y notables;
que haya alumnos de matrícula no es una prioridad. Y, sobre todo, cuando
vemos que alguno tiene problemas, le asignamos enseguida un profesor de
apoyo. Tiene clases extra. Estamos muy pendientes y no dejamos que se
retrase./»

Los deberes son sagrados. Y está muy mal visto que alguien copie,
incluso por los mismos alumnos. Que alguien saque una chuleta es
impensable. «/En nuestra cultura son muy importantes dos valores: la
honradez y el trabajo»/, comenta *Päivi Junkkari.* No es casualidad que
Finlandia también encabece las estadísticas de transparencia y menos
corrupción pública. *Kari Kajainen* apunta otra peculiaridad nórdica. No
hay repetidores. Le digo que en España el 43 por ciento de los alumnos
de Secundaria ha repetido curso alguna vez. Y que mi hijo, que siempre
se salva al final, tiene incontables oportunidades para aprobar cada
asignatura y, aun así, suelen quedarle un par para septiembre.
*Kajainen* pone cara de asombro. «/Aquí sólo tienes una oportunidad para
aprobar un examen por la misma razón que la vida sólo se vive una vez. Y
hay que aprovecharla. Si no apruebas, te quedas una hora más en clase
hasta que demuestres que te lo sabes y si no, estudias en verano, pero
la promoción es automática/».

¿Dónde aprietan más las tuercas? «/Sin duda, en la enseñanza de la
lengua materna. Somos los primeros del mundo en ciencias y los segundos
en matemáticas, pero el mayor reto de enseñar matemáticas es conseguir
que los alumnos comprendan lo que leen, el enunciado de los problemas.
Por eso lo fundamental es que lean. Y también es muy importante la
enseñanza de lenguas extranjeras. El finés es una lengua minoritaria.
Los alumnos también estudian sueco e inglés obligatoriamente. Y alemán,
francés o italiano como optativas. Pero tienen una gran ventaja. Las
películas y series de televisión extranjeras no están dobladas. Todas se
pasan con subtítulos. Los niños se acostumbran desde pequeños a escuchar
otros idiomas y, además, adquieren destreza lectora. Hay que leer rápido
los subtítulos para no perder el hilo del programa/», apunta *Tuija
Yrjö-Koskinen*, profesora de inglés. Envidio la fluidez con la que todos
hablan el idioma de Shakespeare en la clase de *Saili*. E incluso
chapurrean algunas palabras de español porque /Los Serrano/ es la serie
de moda.

La jornada de *Saili *es intensiva, de 8 de la mañana a 3 de la tarde.
Pero las clases son muy breves: 45 minutos mal contados. Hay un recreo
obligatorio al aire libre (los adolescentes se apretujan en la entrada
porque en el patio hace frío) y una pausa de media hora para comer. Todo
el horario está salpicado de breves descansos que hacen llevadero el
día. Terminan frescos. No se los abruma con una montaña de materias. Las
carteras son livianas. Se estimula el razonamiento crítico antes que la
memorización. Hay clases distendidas, como baile de salón, teatro, arte
digital, peluquería, artes marciales, hockey sobre hielo, esquí de
travesía, ¡cocina! (*Saili* y su hermano *Mikael* aprendieron a cocinar
en el colegio y preparan la cena en casa cuando les toca). También
primeros auxilios, carpintería, soldadura o música. Los alumnos tocan el
violín, la guitarra eléctrica u otros instrumentos, según sus
preferencias. Y, sobre todo, se estimula el pensamiento crítico. Se
invita a discutir. El sistema español margina el debate y la expresión
oral. El alumno toma apuntes pasivamente, bosteza.
..."

El resto del artículo lo podéis leer en la dirección indicada.

Fernando Faci

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