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martes, 27 de mayo de 2008

INTELIGENCIA versus. ESFUERZO

Remito un correo publicado en la lista LIEDU por Hugo M. Castellano
(http://www.nuevaalejandria.com/)

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"Todos los padres desean que sus hijos sean inteligentes. Cuentan los
días hasta que el niño da el primer paso, pronuncia la primera palabra o
resuelve el primer rompecabezas, y comparan las fechas y los logros con
los de otros niños en una competencia que, a fuer de universal, da toda
la impresión de ser instintiva. Cuando el pequeño comienza a dominar el
lenguaje, cada observación y comentario es visto como irrefutable
demostración de su talento. Nada satisface más a un padre que saber que
su hijo es "rápido" para entender y para resolver problemas.

En la inmensa mayoría de los casos este comportamiento es puramente
emocional. En oportunidades se vuelve una obsesión, al punto que
cualquier contratiempo en el aprendizaje es achacado a la maestra, al
ambiente escolar, a los programas de estudio o a las fases de la luna,
cualquier cosa con tal de no resignar la creencia de que el niño ha
nacido inteligente y así se quedará, por más que los hechos aparenten
probar lo contrario.

Sin embargo, treinta años de investigaciones científicas convergen para
demostrar que un énfasis exagerado en la inteligencia o el talento pone
a las personas en situación de vulnerabilidad frente a los fracasos, las
hace temerosas de los desafíos y poco propensas a remediar sus
limitaciones.

En un reciente artículo publicado en Scientific American, la psicóloga
Carol S. Dweck da respuesta a una pregunta que desde siempre ha
preocupado a los educadores: ¿por qué algunos individuos retroceden ante
cualquier dificultad, mientras otros, no más capaces que ellos, insisten
en superarse y aprender?

La explicación está en las creencias que cada uno tiene sobre las
razones del fracaso y sobre su propia inteligencia.

De acuerdo con Dweck, hay dos tipos de alumnos: unos creen que la
inteligencia es una capacidad innata e inmutable. Atribuyen sus errores
a una insuficiente habilidad y presumen que nada puede hacerse para
mejorarla.

El otro tipo presupone que la inteligencia es maleable y puede ser
perfeccionada mediante el estudio y el esfuerzo. Sus errores, por lo
tanto, no los abruman ni les provocan inseguridad; muy por el contrario,
representan para ellos un desafío que es posible superar.

En un estudio realizado por la autora, Lisa Blackwell de la Universidad
de Columbia, y Kali H. Trzesniewski de la Universidad de Stanford, se
monitoreó a 373 estudiantes de entre 12 y 15 años para determinar cómo
aquellas percepciones afectaban sus calificaciones en Matemática. Tal
como predice su teoría, Dweck encontró que las calificaciones divergían
en concordancia con el modelo mental de cada grupo.

Los alumnos que tienen una visión fija de la inteligencia tienden a
negar sus errores, atribuyéndolos a causas circunstanciales. Por lo
general tratan de resolver las dificultades negándose a cursar ciertas
materias, se inclinan por estudios menos demandantes, y hasta consideran
la posibilidad de hacer trampa en las pruebas afirmando que "el sistema
está contra ellos".

Aquellos que confían en el esfuerzo, en cambio, no sólo progresan en sus
estudios más rápidamente, sino que además son capaces de establecer
mejores relaciones interpersonales, porque parten de la premisa de que
todas las personas pueden cambiar y adaptarse, si ponen interés en ello.

¿Es posible enseñar la actitud correcta? Dweck opina que sí. El secreto
está en no tratar de convencer al niño de que es brillante, sino de que
podrá serlo si se esfuerza lo suficiente.

Un estudio realizado en 1998 por la psicóloga Claudia M. Mueller sobre
varios cientos de alumnos de quinto grado demostró el punto. Se los
dividió en dos grupos y se les tomó un test no-verbal de inteligencia.
Luego de 10 problemas, a una mitad se la elogió por su inteligencia y a
la otra por su esfuerzo al realizar el trabajo. En subsecuentes
problemas, aquellos elogiados por su brillantez rechazaron los más
difíciles y eligieron los que no les presentaban desafío alguno. Los
otros, en cambio, insistieron hasta resolver el primer problema que se
les presentaba.

Otra técnica elaborada por Dweck consiste en apelar a la metacognición
sobre los procesos mentales. En un experimento, un grupo de estudiantes
tuvo que leer y debatir un artículo titulado "Tú puedes hacer crecer a
tu cerebro", donde se explicaba que el cerebro es como un músculo que
mejora con el uso y que el aprendizaje hace que aumenten las conexiones
inter-neuronales. A partir de la lectura, muchos estudiantes comenzaron
a verse como agentes del progreso de su propio cerebro, y algunos que
usualmente eran indisciplinados o se aburrían en clase comenzaron a
interesarse. Uno de ellos preguntó durante las discusiones: "¿Entonces,
es verdad que no tengo que ser tonto?".

Otros investigadores han replicado las experiencias de Dweck,
confirmando sus resultados en alumnos de séptimo grado (Aronson &
Inzlicht, 2003) y en universitarios (Aronson, Good et al, 2002).

Finalmente cobra sentido la vieja práctica escolar de enseñar a través
del ejemplo de aquellas personalidades cuyo genio debió superar la
adversidad para manifestarse. Ejemplos como Mozart o Edison simbolizan
el valor del esfuerzo y la práctica intensiva como vía para sublimar las
cualidades naturales.

Es cierto que algunas personas nacen con más inteligencia que otras, y
que hay talentos innatos así como individuos con graves limitaciones.
Sin embargo, para la inmensa mayoría de los humanos la diferencia entre
un aprendizaje exitoso o el fracaso parece depender del modo en que cada
uno percibe su propia inteligencia.

En resumen, elogiar a un niño por su inteligencia puede producir un
efecto indeseado, y en lugar de reforzar su autoconfianza es probable
que lo vuelva temeroso de no estar a la altura de los problemas. A la
luz de investigaciones como las de Carol S. Dweck y otros psicólogos,
decirle que lo único que demuestran sus fracasos es que necesita hacer
un esfuerzo mayor para acrecentar su inteligencia parece ser la
estrategia correcta.

¿Qué opinan ustedes?

Fuente:

http://www.sciam.com/article.cfm?id=the-secret-to-raising-smart-kids (en
inglés). "
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Espero que haya sido de vuestro interés.

Fernando M. Faci

1 comentario:

  1. Interesante postura. Pero también es importante conocer que hay casos de personas que se obsesionan con el esfuerzo, asociandolo con el sufrimiento y el dolor, lo que les impide disfrutar del éxito propio y el de los demás. Lo importante es mantener el equilibrio, saber quererse uno mismo y conocer la importancia del esfuerzo en la vida. Saludos cordiales.

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